Hace no mucho, unos exploradores japoneses regresaron de su
expedición en el Himalaya afirmando haber visto las huellas del Yeti: "Se
parecían a huellas de humanos, pero de más de 20 centímetros de longitud; es
imposible que una persona caminara descalza por la nieve en esa montaña",
declaró uno de los nipones. La noticia despertó el interés de nuestro lector
Ángel Montagut: "Seguro que ha habido muchas noticias sobre el Yeti a lo
largo de la historia" – nos comenta - "¿Sabrían estos japoneses la
maldición que cae encima de los que ven al Hombre de las Nieves? Dicen que si
lo ves, tres años después mueres". Pues quizás sería cuestión de
avisarlos, apreciado lector; en todo caso... ¿investigamos qué se ha dicho de
tal criatura mitológica a lo largo de la historia?
Años '20. En 1921 unos científicos ingleses consiguen el
permiso del Dalai Lama para entrar en el remoto y misterioso Tibet e intentar
el ascenso al Everest. La expedición no conquista la preciada cima, pero pasa
igualmente a la historia: regresan de las gélidas cumbres y cuentan a quien les
escucha una leyenda de la zona: el mito del "abominable Hombre de las
Nieves".
La leyenda causa furor y el mito queda forjado para siempre.
Desde aquellos días, son muchos los científicos y aventureros que han querido
probar la existencia de la criatura. Uno de los primeros es, de hecho, el hijo
de Roosevelt, el joven Kermitt, quien en 1925 emprende una expedición "para
capturar animales raros".
Esta es, en definitiva, la historia de la caza de una
leyenda en una de las zonas más inhóspitas de la tierra: el Himalaya.
Años '50. Las expediciones se suceden una tras otra. Hay una
carrera a nivel internacional por la conquista del Everest y muchos países
envían allí a sus mejores hombres, que progresivamente se van acercando a la
cumbre. Al fin, en 1953, son el sherpa Tensing y Edmund Hillary quienes coronan
el Himalaya. Hillary planta la bandera inglesa, Tensing deja unos bizcochos
para los espíritus que moran en la cumbre sagrada y los dos regresan contentos
con su triunfo. En el reportaje donde narran la hazaña dejan a todo el mundo
atónito con sus declaraciones: "El yeti existe", aseguran.
Y cuatro años más tarde, en 1957, un Lama no sólo les da la
razón, sino que dice saber donde viven tales extrañas criaturas y afirma
saberse capaz de capturar alguno. Al menos uno de pequeñito: "No es
posible capturar vivo a un Yeti maduro, porque, generalmente, tiene una altura
de tres metros y la fuerza de diez hombres, pero puedo capturar vivo a una
cría", asegura el valiente Lama.
Definitivamente, y en plena guerra fría, se ha desencadenado
la carrera por la captura del Yeti.
Primero son los rusos quienes toman la delantera: en 1958
consiguen catalogar taxonómicamente al Hombre de las Nieves y afirman que en un
remoto templo tibetano existe un ejemplar momificado. Lo afirman pero no lo
enseñan.
Estos hechos espolean a nuestro amigo Edmund Hilllary, que
emprende de nuevo una expedición. Curiosamente, mientras Hillary explora las
laderas del Pamir, los rusos se retractan y de repente afirman que todo es
mentira, que el Yeti no existe. "No lo encuentra la expedición rusa que lo
ha buscado", dirá el cauto titular. Pero Hillary es tan tenaz como tozudo
y en 1960 reaparece glorioso mostrando al mundo una cabellera de Yeti que le
han prestado unos monjes tibetanos. Con esta prueba consigue ser portada en
periódicos de todo el mundo pero él sigue con su obsesión y parte de nuevo a Nepal
para hallar más pruebas.
Años '60. La credibilidad de Hillary – y con ella, el mito
del Hombre de las Nieves- se pondrá en entredicho en 1961: tras algunas
comprobaciones se descubre que la famosa cabellera que elevó al Yeti al estatus
de criatura real no es otra cosa que piel de cabra. "¿Hilary es un
falsario?", titulará sin piedad La Vanguardia
A pesar de eso, las expediciones seguirán partiendo y las
tesis sobre si existe o no, y qué es lo que existe realmente, se seguirán
sucediendo. En 1962 unos suizos dirán que las huellas que tantos
expedicionarios han documentado son, en realidad, huellas de oso. En 1963, los
rusos matizarán: el Yeti fue real en tiempos pasados, ahora es una especie
extinta.
No es hasta 1972 que una expedición japonesa aporta nuevas
pruebas de la existencia del Yeti al afirmar haberle oído: "Era como una
llamada de voz humana", declaran. Y el mito revive.
Años '80. En 1984 sale a la luz una nueva revelación. Se
trata de algo que pasó unos años antes pero de lo que no se había tenido
constancia: una expedición china halló al Yeti y lo abatió. Pero… no era un
Hombre de las Nieves. Era una mujer. El problema está en que dejaron el cadáver
allí donde fue abatido (perdón: abatida) y ahora no lo encuentran. Seguimos sin
pruebas.
Así que no es extraño que sigan tomando fuerza las teorías
de la no existencia del Yeti. Como tampoco es extraño que sigan saliendo expediciones
en su búsqueda. El mito sigue siendo sólo eso, un mito. Pero sigue vivo.
Tan vivo que incluso hay quien, muchos años más tarde, en
1997, hace llamamientos a la comunidad científica para que no paren de buscar.
"No sólo es un error abandonar su búsqueda y asegurar su supervivencia,
sino que cerrar los ojos ante su existencia puede considerarse un delito
ecológico contra la humanidad y su variedad genética", afirma tajante el
ruso Trajtengertz, presidente de la Sociedad Rusa de Criptozoologia.
Mitos para seguir soñando. El mito del Yeti parece que
seguirá para siempre vivo. Siempre habrá huellas gigantes en lugares recónditos
de mundo. Porque, así somos los humamos: siempre querremos soñar con criaturas
extrañas. Si no son Yetis serán otras. Hormigas buscadoras de oro, por ejemplo.
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