Historias Insolitas

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sábado, 28 de septiembre de 2013

Buscando al Yeti


Hace no mucho, unos exploradores japoneses regresaron de su expedición en el Himalaya afirmando haber visto las huellas del Yeti: "Se parecían a huellas de humanos, pero de más de 20 centímetros de longitud; es imposible que una persona caminara descalza por la nieve en esa montaña", declaró uno de los nipones. La noticia despertó el interés de nuestro lector Ángel Montagut: "Seguro que ha habido muchas noticias sobre el Yeti a lo largo de la historia" – nos comenta - "¿Sabrían estos japoneses la maldición que cae encima de los que ven al Hombre de las Nieves? Dicen que si lo ves, tres años después mueres". Pues quizás sería cuestión de avisarlos, apreciado lector; en todo caso... ¿investigamos qué se ha dicho de tal criatura mitológica a lo largo de la historia?

Años '20. En 1921 unos científicos ingleses consiguen el permiso del Dalai Lama para entrar en el remoto y misterioso Tibet e intentar el ascenso al Everest. La expedición no conquista la preciada cima, pero pasa igualmente a la historia: regresan de las gélidas cumbres y cuentan a quien les escucha una leyenda de la zona: el mito del "abominable Hombre de las Nieves".

La leyenda causa furor y el mito queda forjado para siempre. Desde aquellos días, son muchos los científicos y aventureros que han querido probar la existencia de la criatura. Uno de los primeros es, de hecho, el hijo de Roosevelt, el joven Kermitt, quien en 1925 emprende una expedición "para capturar animales raros".

Esta es, en definitiva, la historia de la caza de una leyenda en una de las zonas más inhóspitas de la tierra: el Himalaya.

Años '50. Las expediciones se suceden una tras otra. Hay una carrera a nivel internacional por la conquista del Everest y muchos países envían allí a sus mejores hombres, que progresivamente se van acercando a la cumbre. Al fin, en 1953, son el sherpa Tensing y Edmund Hillary quienes coronan el Himalaya. Hillary planta la bandera inglesa, Tensing deja unos bizcochos para los espíritus que moran en la cumbre sagrada y los dos regresan contentos con su triunfo. En el reportaje donde narran la hazaña dejan a todo el mundo atónito con sus declaraciones: "El yeti existe", aseguran.

Y cuatro años más tarde, en 1957, un Lama no sólo les da la razón, sino que dice saber donde viven tales extrañas criaturas y afirma saberse capaz de capturar alguno. Al menos uno de pequeñito: "No es posible capturar vivo a un Yeti maduro, porque, generalmente, tiene una altura de tres metros y la fuerza de diez hombres, pero puedo capturar vivo a una cría", asegura el valiente Lama.

Definitivamente, y en plena guerra fría, se ha desencadenado la carrera por la captura del Yeti.

Primero son los rusos quienes toman la delantera: en 1958 consiguen catalogar taxonómicamente al Hombre de las Nieves y afirman que en un remoto templo tibetano existe un ejemplar momificado. Lo afirman pero no lo enseñan.

Estos hechos espolean a nuestro amigo Edmund Hilllary, que emprende de nuevo una expedición. Curiosamente, mientras Hillary explora las laderas del Pamir, los rusos se retractan y de repente afirman que todo es mentira, que el Yeti no existe. "No lo encuentra la expedición rusa que lo ha buscado", dirá el cauto titular. Pero Hillary es tan tenaz como tozudo y en 1960 reaparece glorioso mostrando al mundo una cabellera de Yeti que le han prestado unos monjes tibetanos. Con esta prueba consigue ser portada en periódicos de todo el mundo pero él sigue con su obsesión y parte de nuevo a Nepal para hallar más pruebas.

Años '60. La credibilidad de Hillary – y con ella, el mito del Hombre de las Nieves- se pondrá en entredicho en 1961: tras algunas comprobaciones se descubre que la famosa cabellera que elevó al Yeti al estatus de criatura real no es otra cosa que piel de cabra. "¿Hilary es un falsario?", titulará sin piedad La Vanguardia

A pesar de eso, las expediciones seguirán partiendo y las tesis sobre si existe o no, y qué es lo que existe realmente, se seguirán sucediendo. En 1962 unos suizos dirán que las huellas que tantos expedicionarios han documentado son, en realidad, huellas de oso. En 1963, los rusos matizarán: el Yeti fue real en tiempos pasados, ahora es una especie extinta.

No es hasta 1972 que una expedición japonesa aporta nuevas pruebas de la existencia del Yeti al afirmar haberle oído: "Era como una llamada de voz humana", declaran. Y el mito revive.

Años '80. En 1984 sale a la luz una nueva revelación. Se trata de algo que pasó unos años antes pero de lo que no se había tenido constancia: una expedición china halló al Yeti y lo abatió. Pero… no era un Hombre de las Nieves. Era una mujer. El problema está en que dejaron el cadáver allí donde fue abatido (perdón: abatida) y ahora no lo encuentran. Seguimos sin pruebas.

Así que no es extraño que sigan tomando fuerza las teorías de la no existencia del Yeti. Como tampoco es extraño que sigan saliendo expediciones en su búsqueda. El mito sigue siendo sólo eso, un mito. Pero sigue vivo.

Tan vivo que incluso hay quien, muchos años más tarde, en 1997, hace llamamientos a la comunidad científica para que no paren de buscar. "No sólo es un error abandonar su búsqueda y asegurar su supervivencia, sino que cerrar los ojos ante su existencia puede considerarse un delito ecológico contra la humanidad y su variedad genética", afirma tajante el ruso Trajtengertz, presidente de la Sociedad Rusa de Criptozoologia.


Mitos para seguir soñando. El mito del Yeti parece que seguirá para siempre vivo. Siempre habrá huellas gigantes en lugares recónditos de mundo. Porque, así somos los humamos: siempre querremos soñar con criaturas extrañas. Si no son Yetis serán otras. Hormigas buscadoras de oro, por ejemplo.

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