
Diocleciano Silva localizó la estructura en las Azores
(archipiélago portugués) entre las islas Terceira y San Miguel.
El hallazgo se realizó gracias a una carta batimétrica,
procedimiento que muestra el relieve del fondo marino y aporta información
adicional de navegación en superficie.
Silva afirmó que la base de la pirámide abarca una
superficie de unos 8.000 metros cuadrados y sugiere que la estructura no tiene
un origen natural.
Esta peculiar sorpresa ha despertado la intriga de la
comunidad científica y del gobierno regional que ya está investigando el
descubrimiento con el apoyo de la Armada portuguesa.
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