La versión oficial sobre la muerte de Hitler es la
siguiente: ingirió una cápsula de cianuro y, posteriormente, se pegó un tiro en
la cabeza. Su mujer, Eva Braun, también tomó una cápsula de cianuro, la cual le
provocó la muerte casi de inmediato.
Al cabo de quince minutos de haberse encerrado en una
habitación de su búnker, sus ayudantes entraron en el habitáculo. Allí
encontraron a Hitler doblado sobre sí mismo en un sillón exhibiendo una mueca
deformada en su boca, con una pistola caída de su mano derecha, y con un hilo
de sangre manchando su cara. Eva Braun no alcanzó a percutir su arma y estaba
tendida a lo largo del diván.
Inmediatamente se sacaron ambos cuerpos y se llevaron al
patio de la Cancillería, siendo depositados en un agujero de obús. Rociaron
ambos cuerpos con gasolina y les prendieron fuego. Estaban presentes Goebbels y
otros dignatarios. La caída de obuses rusos en el patio impidió que los restos
se consumieran completamente, por lo que fueron enterrados superficialmente.
El 9 de mayo ambos cuerpos fueron encontrados por una unidad
soviética. Los rusos no divulgaron mayor información, desencadenando toda
suerte de mitos. Nadie sabe qué ocurrió con los restos mortales de Hitler y su
esposa.
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